sábado, 8 de septiembre de 2007

El país

“The Fantastic Level and the Realistic Level are the two levels upon which we live”

(“El nivel fantástico y el nivel realista son los dos niveles sobre los cuales vivimos”)

de “La noche de la iguana”, película dirigida por John Huston, basada en la obra de Tennessee Williams.


No había realidad en aquel país. Abundaban las personas, las cabezas, los sentidos, pero no había realidad en aquel país.

No había realidad porque nadie quería poner bajo ese título a los bosques incendiados, a las muertes de millones, a los esclavos, a los desastres naturales, a los menesterosos, a los

indigentes, a los infelices, a los acomodados, a los burgueses que desfilaban sus fortunas por las calles, a los enfermos, a los delincuentes, a los corruptos, a la justicia y la injusticia, a los criminales, a los materialistas, a los reprimidos, a los represores.

Nadie estaba conforme con el país, pero nadie intentaba alterar el modo en el que se daban las cosas en ese cruel averno. Nadie lo hacía porque las respuestas a favor eran lo último que se esperaba.

Un día como todos llegó un hombre al país. Era un hombre bastante excéntrico comparado con el resto de las almas que habitaban el lugar. Era flaco, desgarbado. Alto, sin dudas. Llevaba cuatro herraduras colgadas de un bastón y daba la sensación de que aquel hombre había liberado a una bestia, a un animal que necesitaba desprenderse de esos aparatos para ser libre junto a su amo.

Claro que, por ahora, estas descripciones del personaje son meras intuiciones de los espectadores. Solo cobrarán sentido cuando se de a conocer el propósito del caballero.

Pasaron unos minutos incómodos hasta que el extraño se presentó. Lo hico de una forma poco ortodoxa, implementando unas palabras que ya no recuerdo, pero que sonaban maravillosas, influyentes, fantásticas, imponentes.

Los ojos de los ciudadanos expresaban un fuerte deseo de que aquellas palabras fueran ciertas. No faltaba uno que no quisiera acompañarlo en sus andanzas, lejos, muy lejos de aquella triste realidad que no era.

Luego de la conmovedora introducción, la visita dio a conocer su tarea.

“Ciudadanos del país que por tanta ocupación quedó abandonado y que como tantos otros esta sometido a las vilezas del hombre: Llego aquí luego de haber recorrido otras miles naciones con el fin de proponerles algo. Un negocio, una salida que por experiencia, compraría.

Dos realidades les vendo. Una es gratis, totalmente gratis. La otra les costara quizás el resto de sus miserables vidas. Sí, esta última tiene un precio con el cual no espero enriquecerme. Lo recaudado es para los tiranos, para quienes ya tienen su cómodo lugar entre las desgracias de los otros.

Tan solo escuchen mi propuesta y decidan, al menos por una vez en sus vidas, libremente.

En la primera realidad predomina el oro, las riquezas, las comodidades, las jerarquías. No hay para todos, eso no. Es un mundo en el que el hombre debe recurrir a sus medios más atroces para su beneficio. No pidan igualdad, no pidan coherencia ni equidad. Esperen, en cambio, muertes e injusticias como vía de crecimiento y auto abastecimiento.

Pueden pasar al probador y ver que tal les queda esta realidad, pero yo no perdería tiempo. Ya la tienen puesta.

Mi segunda oferta no cuenta con riquezas materiales ni comodidades, sino un espacio individual diseñado para cada uno de ustedes, por ustedes. Lo mejor es que en esta realidad los espacios individuales conviven armoniosamente con los otros, y no hay vacantes limitadas.

Cada uno creará sus lugares a elección propia, con sus formas y colores preferidos y vivirá en ellos sus historias más anheladas, a su manera. Libres.

Al oír estas palabras, casi todos los que habitaban aquel país tomaron los frascos de color azul, los que contenían la realidad que prometía libertad. La realidad idílica, la realidad mágica.

Lo que no sabían, aún, era que tendrían un fuerte espasmo de locura como efecto adverso, y que los que habían escogido la primera realidad mencionada por el caballero serían, por desgracia, la razón de sus únicas desdichas. Serían los que no comprenderían, los que con el fin de hacer un bien harían un mal. Los de la idea fija de que tener un cable a tierra es lo que todos los hombres necesitan.

No hay comentarios.: