sábado, 10 de mayo de 2008

Desacralizar la poesía

Los poemas que siguen publicados nacen de una consigna de escritura que pretendió mostrar desde la experiencia cierta relación con el lenguaje y con la poesía que proponían las vanguardias poéticas del siglo XX: el límite entre lenguaje poético y no poético es sutil, la poesía como el arte no están en los museos, pueden descubrirse en la vida cotidiana; el lenguaje poético es artificio primordialmente, un modo de combinar (de rearmar lo que era máquina, con sus mismas piezas, suerte de fábrica de la deconstrucción) y de decir.

La consigna: en mesas por grupos, se repartieron varios periódicos (muchos muchísimos). Tenían que buscar allí la nota que les pareciera menos poética. En ella, a medida que se leía, tachar todo aquello no poético y dejar lo que resultara propio para un poema. (No funciona igual cuando subrayan, porque se tiende a destacar lo importante, de acuerdo con una larga tarea escolar de subrayado de ideas principales..., así que hay que tachar). Con ese material, combinar las frases, tratando de cambiar lo menos posible, de descubrir el poema que se va encontrando en la interpretación.

Aparecen preguntas: ¿puedo no dividir estrofas?, ¿tiene que rimar?, ¿puedo partir la palabra para formar dos?, ¿puedo tachar parte de una palabra para quedarme con otra que está adentro?, ¿puedo usar prosa, como Gelman?, ¡esta frase me gusta de las dos maneras, entera o dividida!, etc. En general, tiendo a darles permisos cuando tienen ocurrencias, no me gusta avisarles antes las cosas que pueden hacer, porque ellos son más ocurrentes así que si piensan que lo que a mí se me ocurre es el hacer poesía.

Lo demás es leerlos.

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