miércoles, 16 de julio de 2008

Degenerando

I) Ubú quiere ser rey por una capelina, un piloto, un paraguas.
II) Ubú se expresa con frases como "¡Por mi chápiro verde! o como "¡Mierdra!".
III) Ubú espanta a los invitados de su casa con golpes de costillas de rastrón y a escobazos, luego de introducirles una elegante cena.
IV) Ubú aspira a ser un rey desagradable, corrupto, desmedido, cobarde, irrespetuoso y holgazán.
Quién entiende qué y cómo lo entiende. Qué entendemos por entendido y qué entendemos por entender. Más hay en lo que no se dice que en lo que desde el nacimiento late abierto a todos. A todos los conformistas. Somos animales del lenguaje. Insaciables, sujetos a buscar sentidos a las palabras, a las cosas, a las palabras y las cosas. Si se deforma, y por todos es visto deformado. Hay una forma preexistente, entendía en común. El sin sentido es engendrado en la resistencia de uno a interpretarlo. Ubú rey, de Alfred Jarry, rompe con la estética dramática realista para ofrecer una representación realista disfrazada (absurda) que llama a desnudar la vista y descubrir la belleza del drama cotidiano. La trsiteza nunca desaparece, solo cambia de forma. Queda tras capas de hipérboles, incoherencias, abusos, contradicciones.
Hay algo que no se dice, algo que no necesita ser dicho. Algo que de ser dicho, sería incomprendido y carente de intérpretes. Jarry hace sobre lo concreto, y desde un absurdo acordado entre él y el lector, la interpretación nunca es descartada, sino que es omnipresente desde el "había una vez"... Jarry demanda con cierta sutileza, con un código decodificable para quien tiene el coraje.

Como dice Brenda Kreizerman, "un personaje que pronuncia constantemente la palabra "mierdra" (estamos hablando de Ubú rey), desestima su grado de maldad aunque su rol sea el de alguien sin bondad alguna. Este juego estilístico del lenguaje licua la censura y pone al lector en una trampa. Este humor tan especial suspende el juicio moral, y el inocente lector es quien le agrega el tono escatológico a la obra". O en palabras de Georgina Pecchia, "Es esta deformación de las palabras una de las formas que utliza el autor para romper con el realismo". Gracias al lenguaje disfrazado de la obra, se entrega al mundo el maravilloso regalo de la suciedad humana. Este grotesco, este absurdo que devora las páginas de la obra, no es más que un reflejo de nuestro propio desentendimiento. No es más que el género de nuestro género, el aplauso repelente a todos y cada uno de los portadores de rostros.

Martina Mainardi

No hay comentarios.: