miércoles, 21 de noviembre de 2007

El hilito

En el marco del cierre del segundo trimestre del año, volvimos sobre nuestra cuestión central: la perdurabilidad y a la carga con nuestras preguntas: qué o quiénes perduran, de qué maneras, por qué causas, con qué consecuencias (dichas de manera muy general). Buscamos, recorriendo las tareas realizadas durante el trimestre, las que pudieran dar respuestas a algunas de estas preguntas. Lo que sigue es un caso.

Un día llegué al aula con dos textos para leer en voz alta. No anuncié el tema de la clase, el tema era construirlo entre todos a través de la lectura, como ocurre en la historia misma de la literatura, en la que nada existe sino a condición de ser leído (de primera o de quinta mano pero leído).


Uno era el capítulo original de El ingenioso hidalgo… en el que Don Quijote dirige su discurso relativo a las armas y las letras; el otro, la obra de Federico Jeanmaire (con Ángeles Durini, autor de la adaptación de la obra de Cervantes, con la que trabajamos) Papá. Esta es una obra autobiográfica muy intensa, impecable e implacable su belleza literaria, que entrama de la vida de Federico las relaciones con su padre militar y con su patria, en el contexto de la muerte del hombre y de la crisis nuestra del 2001. La oposición entre las armas y las letras que Don Quijote nos había presentado es claramente legible como motivo al interior de esta narración, de la que leí algunos fragmentos. Pero además, Jeanmaire se reiteraba como puente entre Don Miguel de Cervantes y nosotr@s, nuestro tiempo.

Varias asociaciones provocó esta lectura: se revisó el contexto histórico en el que Don Quijote enuncia su discurso, se observó la relación aparentemente paradójica entre el personaje y su autor; se recordaron otras obras en las que aparecía de otros modos la misma oposición: el historiador Mosca en El Eternauta y hasta el historietista mismo narrador de esa historia; se recordaron numerosos autores de literatura que han tenido su palabra como arma: Germán Oesterheld, Juan Gelman, Rodolfo Walsh, Miguel Hernández y la tensión más general de la literatura con el poder represor; se asoció este discurso, entonces, con otra escena que volvía a convertirse en motivo: la de la quema de libros y vino a la memoria Fahrenheit 451 de Ray Bradbury; se criticó el argumento de políticos contemporáneos abanderados de la libertad y la paz que no tienen otras armas que las de la violencia; se recordaron situaciones personales en las que una palabra había herido más que una piña; se relacionó la distribución entre las fuerzas físicas y las de la elocuencia con la tradición en la formación de los géneros sexuales.


Estaba claro en el tiempo de las conclusiones que esta actividad había hecho aparecer el concepto de motivo literario como algo que perdura hilvanando las obras y el pensamiento de una cultura y que, en ese hilo, nos lleva de unas obras a leer o releer otras.

A su vez, viene siendo esta oposición entre las armas y las letras un enlace, al interior del programa de estudios como discurso, para nuestra aproximación al Martín Fierro de José Hernández, en los tiempos en los que, en nuestro país, la diferenciación entre la actividad política, la militar y la literaria todavía estaba en ciernes, como él.

Las fotos son de Mariana Capponi. Muchas gracias.
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Nota para que la lea algún amigo, alguna amiga, de Federico Jeanmaire y le cuente: vari@s alumn@s salieron de esa clase a comprar tu libro.

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