En éste capítulo de El Quijote, descubrimos su biblioteca y vemos la selección que el cura y el barbero hacen de sus libros. Algunos sobreviven, y otros son arrojados por la ventana para ser quemados.
Pero estos atentados a la palabra, al arte, al registro de ideas y pensamientos de millones de hombres, no encuentran representación solamente en los libros que sobrevivieron. La historia está llena de estos actos de ignorancia. Instituciones religiosas, gobiernos dictatoriales, regímenes fascistas, y otros, fueron los bibliocidas. Durante el Proceso en nuestro país, la quema de libros fue una política represiva "purificadora" del ser nacional. Los militares buscaban eliminar aquellos textos supuestamente subversivos. Los tiraban por la ventana. Como idea diferente que sale de cabeza loca (también tiraban locos por la ventana). Esta fue una guerra entre las armas y las letras. En nuestra realidad, estos dos conceptos no van de la mano. Lo describe Federico Jeanmaire en su autobiografía Papá donde cuenta su sufrimiento en el ejército. Y este enfrentamiento está presente desde siempre. En la ficción y en la realidad. ¿Será por que son dos fuerzas que siempre van a ser dos y nunca una va a ganarle a la otra? Y nosotros nos sentimos identificados con esta guerra porque la vivimos. Desde la dictadura en nuestro país hasta ser obligado a hacer algo que no se desea (como estar con los brazos quietos, perpendiculares al cuerpo, cerrando el puño y sufriendo la tortura, en vez de estar usándolos para escribir).
Sin embargo, es posible lograr la armonía. En otra realidad conocemos a Don Quijote, y en la nuestra, a su autor Miguel de Cervantes. Ambos amantes de las aventuras, y ambos creadores de historias.
Quijote es un caballero que viaja y protagoniza muchos motivos literarios (la quema de libros, las típicas historias de amor, el héroe y su compañero, son algunos pocos de ellos), y a la vez escribe su propia historia, la historia que quiere vivir. Como en un gran escenario, improvisa, porque Alonso Quijano es un actor, y el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, su personaje preferido, el que ya lleva en la piel y no quiere sacar.
Y Cervantes, el soldado aventajado, el enamorado del ejército, el caballero de las palabras, el gran director de esta obra. La que deleita a sus lectores, la que es un clásico universal, y la que no fue tirada por la ventana.
Don Quijote y Cervantes: dos realidades distintas que ejemplifican la combinación perfecta y armoniosa de las armas y las letras.
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