domingo, 18 de noviembre de 2007

AGUA

Basta que el hombre vaya a la cocina y en esta hora primaveral abra una canilla y llene un vaso con agua y después mire esa misma agua en la luz que se filtra a través de los vidrios de la ventana para que la imaginación se dispare y comience una carrera loca y nada sea igual que un minuto antes, porque ahora el

hombre está pensando que el agua de su vaso viene desde ese mismo río que él puede descubrir cada mañana más allá de los mástiles de los barcos amarrados en las dársenas, desde aquella masa uniforme y monótona que casi no cambia con las variaciones del cielo y las estaciones, entonces, el hombre medita en el largo y complejo proceso de depuración y de qué manera el agua, a través de innumerables e insospechadas cañerías, en el vientre de la ciudad, llega finalmente hasta ahí, a su departamento, a la cocina de su departamento, a la canilla que acaba de abrir para saciar su sed, agua venida desde aquel río profundo y oscuro, agua cristalina, límpida, transparente, agua pura a menos que una mente afiebrada, aun en la calma de un mediodía como este, quiera cargarla de imágenes de horror, enturbiándola, ensuciándola, volviéndola súbitamente intolerable, imágenes, imágenes, aspas que no son de molinos girando en la noche negra, hélices de anchas palas sobre pájaros de muerte embistiendo elarie del río, bultos arrojados al vacío, cosas vivas cayendo cayendo y después hudiéndose en el agua revuelta, hacia el fondo, hacia la oscuridad absoluta, hasta mezclarse abajo con el barro milenario, con desechos milenarios, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la posibilidad de cordura, allá en el agua del río, esa misma que ahora el hombre se dispone a beber para saciar su sed en la cocina de un departamento invadido por la tibieza de un día soleado y la música del grabador, agua clara, purificada, desinfectada, con su justa proporción de cloro, que llega con la misma eficiente facilidad a otras canillas, en edificios céntricos, en los suburbios, en casas, oficinas, conventillos, mansiones, hoteles transitorios, cárceles, hospitales, cementerios, canillas de plástico, canillas de oro, la misma que llena la pila bautismal de las iglesias,, las piscinas para el deporte o el placer, la que lava la piel de los recién nacidos igual que la arrugada piel de los ancianos, la que acaricia a la adolescente detenida ante el espejo del baño orgullosa de su cuerpo en flor, la misma agua que acude a los miles de picos de las máquinas de café en todos los bares de la ciudad, la que alimenta macetas en ventanas y balcones y también algún nostálgico huerto de un inmigrante europeo en un barrio cualquiera, la misma que sirve para la cocción de alimentos y para borrar la sangre de los asesinatos, tinieblas, zumbidos en la noche, bultos arrojados, cosas vivas cayendo, silencio, agua de múltiples usos, agua que sirve para lavar otros muertos en ciertas ceremonias fúnebres, agua limpia, agua que según la tradición luce aproximadamente incolora, insípida, inodora, uno de oxígeno y dos de hidrógeno, agua transparente, óptima e insustituible para la higiene, agua que alberga espantos, bultos, cosas vivas cayendo cayendo, hundiéndose en el líquido oscuro, bajando bajando, perdidas, confundidas en el barro milenario, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la cordura, agua que brota en chorros triunfantes en las fuertes de las plazas y es aprovechada a veces para los conciertos acuáticos durante las primeras horas de la noche, agua donde se bañan los gorriones, agua transparente, agua para las manos del cirujano, de la partera, del mecánico, de la maestra, del jugador de fútbol, del político, del policía, del comerciante, del artista, agua para lavar todas las manos, agua que ha perdido la inocencia, aspas que no son de molinos girando en la noche negra, hélices de anchas palas sobre pájaros de muerte, bultos arrojados, cosas vivas cayendo y cayendo, hundiéndose lejos para siempre de la luz y las respuestas y la posibilidad de cordura, agua que trae nombres, agua mansa útil indispensable a la civilización, agua llegada hasta este vaso a rtavés de complicados procesos de purificación y que ninguna purificación podrá jamás purificar del todo.


Antonio Dal Masetto
en El periodista de Buenos Aires Nº 62, 15 al 21 de noviembre de 1985

1 comentario:

Verónica Pena dijo...

Espero que don Antonio nos disculpe esta publicación motivada por la admiración de su escritura y que pretende ser mi respuesta a las escritras recientes de Joy y de Milton (Nick).
Besos